lunes, 12 de agosto de 2013

Una escuela con sentido.



Dar significado y sentido a lo que hacemos es esencial, no sólo en la enseñanza sino también en la vida. Porque los contenidos que se enseñan tienen que ser reales. Tienen que servir para algo.

Recuerdo que muchos de los documentos que he tenido que leer en la universidad, hablan de la escuela como institución que da las bases necesarias a los alumnos a fin de que se puedan desenvolver de forma satisfactoria en la sociedad, es decir, prepararlos para la vida real. Pero la escuela de verdad (no la de los libros) es un caso aparte, en ella no se enseña como se supone que aprenden las personas. Los conocimientos están descontextualizados, divididos…es necesario que la escuela aporte experiencias reales y con sentido.

Que si escriben una carta, ésta se envíe, que si aprendemos a leer sea leyendo, que para conocer a los animales, cuidemos animales, etc.

Ser coherentes con lo que estamos enseñando, no convertir la escuela en un lugar en el que se crean realidades artificiales. Llevar la vida a la escuela como dice Mª Carmen Díez Navarro.

¡Qué sinsentido más grande es no dotar a la escuela de sentido! ¡Es despojarla de su mayor fin que es aprender y sustituirlo por el de aprobar! Y darle sentido es tan fácil como empezar a leer a los grandes teóricos de la educación, pero sobre todo con empezar a interpretarlos correctamente. Si el ser humano aprende de forma global, ¿Por qué dividimos los saberes en asignaturas? Si cada niño sigue su propio ritmo en el aprendizaje, ¿Por qué les exigimos a todos que lleguen a las mismas metas? Si hablamos de proporcionar experiencias reales a los alumnos y alumnas, ¿Por qué los hacemos rellenar limones, en vez de sacarlos al patio a verlos, olerlos y saborearlos?

En la escuela hay multitud de ejemplos de sinsentidos. Para empezar el aprendizaje de la lectoescritura en Educación Infantil. Aprender a leer es algo global, pero sobre todo aprender a leer es algo necesario para la vida. Y por tanto, como algo necesario, es como hay que hacérselo llegar a los niños y niñas. El primer paso está en crearles esa motivación y en ofrecerles experiencias reales de lectura y escritura. Por ejemplo, leer las instrucciones de cómo cuidar a un animal que acaba de llegar a la clase, escribir entre todos una carta que será enviada, etc.

Qué sentido tiene enseñar la “P” hoy, pero no la “Q” (porque esa la aprenderemos más adelante, que es muy difícil). ¿Qué pasa con RaQuel? ¿Le decimos que no venga a clase? Las letras no se pueden enseñar por separado, las letras forman palabras y las palabras están por todos lados. Y todas esas palabras pueden surgir en cualquier momento. Y es deber del profesor aprovechar esos momentos, para crear una situación de aprendizaje que surge de la experiencia.

El sentido está en dar naturalidad a los aprendizajes. Nos empeñamos en ser serios y objetivos. Y para eso diseñamos hasta el último aprendizaje de nuestros alumnos y alumnas. Hasta el punto de que, sabemos que el martes “aprenderán” la letra B, P y L. Y si se cuela una oruGa en la clase, no le hacemos caso, porque todavía no hemos dado la “G”. Hacemos de aprender algo irreal.

Una vez leí, que si aplicáramos las reglas de la escuela a otros aprendizajes de la vida diaria, nos daríamos cuenta de lo ridículos que somos. Si, por ejemplo, quisiéramos enseñar a andar en bicicleta a un niño, según la escuela tendríamos que diseñar una serie de sesiones en las que primero se den lecciones sobre la historia de las bicicletas, cómo funciona una bicicleta, qué partes tiene, etc. Y después de varios días de conocimientos teóricos sobre pedalear y frenar. Al final se evaluaría todo aquello sobre el papel. ¿El niño ha aprendido a andar en bicicleta? Yo diría que no. Más aún, podría decir que el niño ha aprendido a odiar las bicicletas, y no me extraña, ¡Es que son tan aburridas!

Y al no darle sentido a la escuela, aprendemos que esta es aburridísima. Y casi todos los conocimientos verdaderamente importantes, que nos marcan en nuestra vida, se hacen fuera del aula: en los pasillos, en el patio, en casa, debatiendo con los amigos, mirando la tele…El peligro de este aprendizaje es que no siempre es bueno, no siempre las experiencias son enriquecedoras, ni los conceptos que podemos extraer son los correctos. Por eso es necesaria la escuela, pero una escuela con sentido.

Las cien lenguas del niño

El niño
está hecho de cien.


El niño tiene cien lenguas
cien manos
cien pensamientos
cien maneras de pensar
de jugar y de hablar.

Cien siempre cien
maneras de escuchar
de sorprenderse
de amar.


Cien alegrías
para cantar y entender
cien mundos que descubrir
cien mundos que inventar
cien mundos que soñar.

El niño tiene
cien lenguas
pero le roban noventa y nueve.

La escuela y la cultura
le separan la cabeza del cuerpo.

Le dicen:de pensar sin manos
de actuar sin cabeza
de escuchar y no hablar
de entender sin alegría
de amar y sorprenderse
sólo en Pascua y en Navidad.

Le dicen:
que descubra el mundo que ya existe
y de cien le roban noventa y nueve.

Le dicen:
que el juego y el trabajo
la realidad y la fantasía
la ciencia y la imaginación
el cielo y la tierra
la razón y el sueño
son cosas que no van juntas.

Y le dicen
que el cien no existe
El niño dice:
"en cambio el cien existe".

Loris Malaguzzi