Dar
significado y sentido a lo que hacemos es esencial, no sólo en la enseñanza
sino también en la vida. Porque los contenidos que se enseñan tienen que ser
reales. Tienen que servir para algo.
Recuerdo
que muchos de los documentos que he tenido que leer en la universidad, hablan
de la escuela como institución que da las bases necesarias a los alumnos a fin
de que se puedan desenvolver de forma satisfactoria en la sociedad, es decir,
prepararlos para la vida real. Pero
la escuela de verdad (no la de los
libros) es un caso aparte, en ella no
se enseña como se supone que aprenden las personas. Los conocimientos están
descontextualizados, divididos…es necesario que la escuela aporte experiencias
reales y con sentido.
Que
si escriben una carta, ésta se envíe, que si aprendemos a leer sea leyendo, que
para conocer a los animales, cuidemos animales, etc.
Ser
coherentes con lo que estamos enseñando, no convertir la escuela en un lugar en
el que se crean realidades artificiales. Llevar la vida a la escuela como dice Mª Carmen Díez Navarro.
¡Qué
sinsentido más grande es no dotar a la escuela de sentido! ¡Es despojarla de su
mayor fin que es aprender y sustituirlo por el de aprobar! Y darle sentido es
tan fácil como empezar a leer a los grandes teóricos de la educación, pero
sobre todo con empezar a interpretarlos
correctamente. Si el ser humano aprende de forma global, ¿Por qué dividimos los
saberes en asignaturas? Si cada niño sigue su propio ritmo en el aprendizaje,
¿Por qué les exigimos a todos que lleguen a las mismas metas? Si hablamos de
proporcionar experiencias reales a los alumnos y alumnas, ¿Por qué los hacemos
rellenar limones, en vez de sacarlos al patio a verlos, olerlos y saborearlos?
En
la escuela hay multitud de ejemplos de sinsentidos. Para empezar el aprendizaje
de la lectoescritura en Educación Infantil. Aprender a leer es algo global,
pero sobre todo aprender a leer es algo necesario
para la vida. Y por tanto, como algo necesario, es como hay que hacérselo
llegar a los niños y niñas. El primer paso está en crearles esa motivación y en
ofrecerles experiencias reales de lectura y escritura. Por ejemplo, leer las
instrucciones de cómo cuidar a un animal que acaba de llegar a la clase,
escribir entre todos una carta que será enviada, etc.
Qué
sentido tiene enseñar la “P” hoy, pero no la “Q” (porque esa la aprenderemos
más adelante, que es muy difícil). ¿Qué pasa con RaQuel? ¿Le decimos que no venga a clase? Las letras no se pueden
enseñar por separado, las letras forman palabras y las palabras están por todos
lados. Y todas esas palabras pueden surgir en cualquier momento. Y es deber del
profesor aprovechar esos momentos, para crear una situación de aprendizaje que
surge de la experiencia.
El
sentido está en dar naturalidad a
los aprendizajes. Nos empeñamos en ser serios y objetivos. Y para eso diseñamos
hasta el último aprendizaje de nuestros alumnos y alumnas. Hasta el punto de
que, sabemos que el martes “aprenderán” la letra B, P y L. Y si se cuela una
oruGa en la clase, no le hacemos
caso, porque todavía no hemos dado la “G”. Hacemos de aprender algo irreal.
Una
vez leí, que si aplicáramos las reglas de la escuela a otros aprendizajes de la
vida diaria, nos daríamos cuenta de lo ridículos que somos. Si, por ejemplo,
quisiéramos enseñar a andar en bicicleta a un niño, según la escuela tendríamos
que diseñar una serie de sesiones en las que primero se den lecciones sobre la
historia de las bicicletas, cómo funciona una bicicleta, qué partes tiene, etc.
Y después de varios días de conocimientos teóricos sobre pedalear y frenar. Al
final se evaluaría todo aquello sobre el papel. ¿El niño ha aprendido a andar
en bicicleta? Yo diría que no. Más aún, podría decir que el niño ha aprendido a
odiar las bicicletas, y no me extraña, ¡Es que son tan aburridas!
Y
al no darle sentido a la escuela, aprendemos que esta es aburridísima. Y casi
todos los conocimientos verdaderamente importantes, que nos marcan en nuestra
vida, se hacen fuera del aula: en los pasillos, en el patio, en casa,
debatiendo con los amigos, mirando la tele…El peligro de este aprendizaje es
que no siempre es bueno, no siempre
las experiencias son enriquecedoras, ni los conceptos que podemos extraer son
los correctos. Por eso es necesaria la escuela, pero una escuela con sentido.
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